¿Cuál es el origen del nombre “Lucifer”?

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Escrito por Ángel Manuel Rodríguez

El nombre Lucifer, comúnmente, se refiere a Satanás, pero lo busqué en mi Biblia y no pude encontrarlo. ¿Qué estoy pasando por alto?

En realidad, hasta donde sepamos, este nombre no aparece en ninguna de las versiones en español. En inglés, aparece solamente en la versión King James, en Isaías 14:12. Su pregunta nos brinda la oportunidad de examinar el papel de las antiguas traducciones en la interpretación del texto bíblico. Mi respuesta puede parecer algo técnica, pero si sigue la discusión entenderá algunas de las complejidades del tema. Afortunadamente, podemos identificar cómo el nombre Lucifer llegó hasta nuestros días.

1. Origen del título «Lucifer». El término Lucifer es la traducción al español del término hebreo helel (“dar luz”, “brillar”). El significado del sustantivo hebreo fue preservado en la traducción griega de la Biblia hebrea a través del término heōsfóros (“portador del alba” o “estrella matutina”). El español “Lucifer” proviene del latín, que traduce el griego heōsfóros al latíno lucifer, que simplemente significa “portador de luz”. Los Padres de la iglesia primitiva emplearon el término latino “Lucifer” como un nombre propio para referirse a Satanás. Los traductores de la versión King James decidieron retener el término latino en su traducción, que llegó a ser “Lucifer”, otro nombre de Satanás. El término hebreo no es un nombre propio, sino un epíteto.

2. El significado hebreo. La expresión hebrea utilizada en Isaías 14:12 podría ser traducido como “el que brilla [helel] hijo de la mañana [ben shajar]”. Tradicionalmente, helel, utilizado sólo aquí en el Antiguo Testamento, ha sido entendido como una designación de algo que es brillante o refulgente, que proviene del verbo halal, “brillar”, “dar luz”. Se ha sugerido que el término hebreo se refiere a Venus, el astro matinal, pero no existe ninguna evidencia lingüística que apoye esta interpretación. La sugerencia podría estar fundamentada en que, en ocasiones, el término griego heōsfóros y el latino lucifer son utilizados para designar a Venus.

Otro argumento que podría ser utilizado está fundamentado en el significado de la frase “hijo de la mañana”. En este caso, el término hijo expresa la idea de “perteneciente a”; es decir, su brillantez pertenece a la mañana o es la luz de ella. Las versiones griega y latina rezan “[la estrella de la mañana] que asoma temprano”, en lugar de “hijo de la mañana”, fortaleciendo la idea de que “estrella matutina” se refiere a Venus. El sustantivo sajres utilizado en el Antiguo Testamento para denominar la primera luz o claridad de la mañana, el alba. El hebreo podría ser traducido como “lucero [estrella], la claridad de la mañana” y podría estar refiriéndose a Venus, tal como éste aparece en el cielo matutino. Esta interpretación es muy probable, pero aún está lejos de ser certera y descansa demasiado en antiguas traducciones.

Probablemente, sea mejor entender “Lucero, hijo de la mañana” como una manera de enfatizar la gloria de su ser, al igual que su posición de privilegio. Está siendo comparado con la belleza del alba matutina, la primera luz de la mañana que anuncia el comienzo de un nuevo día. Esa posición gloriosa y destacada es empleada metafóricamente para referirse a este glorioso ser. El nombre “Lucifer” viene a expresar la idea de un ser celestial; y a eso hace referencia la idea básica del texto bíblico.

3. Alcances teológicos.  La imagen retórica del Nuevo Testamento de la estrella matutina, sugerida por el griego, se aplica a Jesús. Originalmente, “Lucifer” no estuvo totalmente satisfecho con su posición celestial y buscó ascender al cielo, entronarse en el monte celestial del testimonio (Isa. 14:13). Esta búsqueda de grandeza provocó su caída del cielo. En contraste, Jesús no persiguió la grandeza; voluntariamente, descendió de su elevada posición para servir a otros, y Dios “lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre” (Fil. 2:9, NVI). Cristo es el único que puede reclamar verdaderamente el título de “la estrella resplandeciente de la mañana” (Apoc. 22:16). Esperamos, expectantes, el momento en el que nuestro Lucero de la mañana aparezca para traernos salvación (ver 2 Ped. 1:19).